Cualquier cosa menos legal

El presidente Guillermo Lasso, en un agresivo gesto por demás histriónico, arrojó a la basura un anillado que según él era la Ley de Comunicación aprobada en el gobierno de la Revolución Ciudadana. Acto seguido, en muy poco tiempo, se procedió a atacar las cuentas de algunos medios digitales o no, consiguiendo bajar del espectro digital los canales de YouTube de Radio Pichincha Universal, “Un café con JJ” y no se sabe si alguno más. Paralelamente, se emprendieron campañas de desprestigio orquestadas e interpretadas por ejércitos de Trolls en Twitter, sobre todo, en donde, como siempre, se inmiscuían en la vida privada de los periodistas Alexis Moncayo, de Radio Pichincha y Andersson Boscán de La Posta. Diríamos que… se dieron cuerda.

¿Los motivos? La posición crítica que estos medios y periodistas han manifestado frente al gobierno y las autoridades que tienen una cifra récord de rechazo en el ánimo de los ecuatorianos, incluso entre muchos de los pobres ingenuos que votaron por ellos pensando que un usurero iba a gobernar para el bienestar de todo un pueblo.

Lo curioso es que este gobierno, como su predecesor, se han abanderado como ‘defensores de la libertad de expresión’. ¿Es en serio? Es cierto que alguna vez Rafael Correa rompió un ejemplar del diario La Hora en un Enlace Ciudadano. Es cierto que manifestaba, siempre de frente, su rechazo a ciertas prácticas de la prensa con apelativos como ‘sicarios de tinta’, ‘prensa corrupta’, y así… Pero, al menos que se recuerde, no se vio una campaña mediática ni digital como estas para desprestigiar a los periodistas hurgando en la información sobre pensiones alimenticias o cosa parecida. No existe un registro de ataques digitales semejantes a los de hoy. Y aunque mucho se ha hablado de un ‘Troll center correísta’, o lo hacen muy mal o ya se acabó, porque los que van a la vanguardia son los del otro bando.

Es más, aquella mal interpretada y repetida hasta el cansancio expresión de ‘gordita horrorosa’ has sido ampliamente superada por algunas expresiones que no se pueden repetir aquí por respeto a los lectores y por otras que insultan a las mujeres con toda clase de epítetos y calificativos que van de lo descomedido a lo soez sin respeto humano que valga.

Aquí cabe una pregunta: ¿no era más fácil reformar la Ley de Comunicación, incluso a su conveniencia, si es que así les parecía? ¿Por qué todo ese teatro de supuestos defensores de lo que menos de quince días después iba a convertirse en un ataque que dinamitaba la libertad de expresión de medios digitales? ¿Qué traman? Con una Ley de Comunicación podían regular mejor lo que intentan ahora reprimir, al menos eso parecería. Pero el problema de una Ley es que también le tocaría respetarla a sus aliados, prensa pautera, medios corporativos con grandes intereses ligados a la defensa de su Gobierno.

Y entonces ya no vale. Mejor se ponen el pasamontaña de los delincuentes digitales, y hackean y acaban con las reputaciones y honras de los medios y periodistas que les caen mal porque les ponen delante el espejo de su incompetencia o de su perversidad. Estrategia pentagonal que se ha visto también, por ejemplo, en Argentina o España, por citar un par de casos al azar: nada de leyes de comunicación que valgan, mucho mejor les sale la delincuencia cibernética.